20 de agosto de 2012

GUÁRDAME EL TIEMPO




Vuelves a renovarme el don perpetuo.
Otra vez eres ése
que me enseñó las señales del alba,
el que salvó una hormiga en el borde del vaso.

Vuelves para pedirme que reúna
la corte de los gatos,
que te ampare de aquel golpe en la nuca,
que te dé mi tristeza como un sorbo,
que te recorte alguna uña,
que me moje de ti,
que te alcance el café,
que no oscurezca,
que me case contigo esta noche otra vez.

Se nos quedaron muchas cosas sin hablar,
necesitamos una cita,
porque
¿a quién le doy tantas caricias
que sobraron,
aquellas que olvidé ponerte sobre el pecho?
¿A quién le cuento
que he planchado, creyendo que era tela,
tu perfil de muchacho?

¿A quién convido ahora con mis piernas
y le enseño el jazmín que nació anoche,
y le pego una abeja a que lo pique,
y le saludo la inocencia?

¿A quién le miento y juro,
a quién le tiro un pan contra la oreja,
a quién le digo que lo odio,
y luego, que lo amo?

¿A quién le digo hijo,
y me lo paso por dentro como un trapo?

Sé bien que estás metido en nuestros átomos,
que te mueves en ese aire que espantó estas páginas,
que observas desde los retratos,
que te has caído hoy contra mi pecho
y para que seamos uno solo
hasta este propio corazón
me lo has parado;
sé que estoy muerta
soñando que te busco por el cuarto.

Guárdame el tiempo.
Guárdamelo.
Estoy segura de que puedes.
Así no ha de caer la luna
ni tendrás que morirte en la mañana
y el jueves será eterno
y te besaré siempre como el veinticuatro
de septiembre
de mil novecientos ochenta y uno.
Guárdame el tiempo,
guárdamelo.

¡Qué no pase ni un minuto,
que nada ciego nazca,
que no se invente un aparato de tortura
ni estalle otra contienda contra el hombre;
que no cacen más pájaros,
que no se malogre la pureza,
que vuelvas
a ser
y aquel esplendor tuyo se mezcle, poderoso,
a mis harapos!

Guárdame el tiempo,
guárdamelo.
Te lo pido con rabia,
con ternura,
con todo lo que no es palabra.
Para que siempre seamos lo estupendo:
Hombre y mujer
girando,
nueva especie del mundo;
ya casi un milagro.
Pues me han salido en la cara tus ojos
y a ti en el rostro mi boca,
y no sé cuando te miro si eres tú quien me mira
ni cuando tú me besas
si soy yo quien te está besando.

Carilda Oliver Labra
Cuba, 1924

18 de agosto de 2012

A 76 años de su muerte vale la pena recordarlo....

Si mis manos pudieran deshojar

Yo pronuncio tu nombre 
En las noches oscuras
Cuando vienen los astros
A beber en la luna
Y duermen los ramajes
De las frondas ocultas.
Y yo me siento hueco
De pasión y de música.
Loco reloj que canta
Muertas horas antiguas.

Yo pronuncio tu nombre,
En esta noche oscura,
Y tu nombre me suena
Más lejano que nunca.
Más lejano que todas las estrellas
Y más doliente que la mansa lluvia.

¿Te querré como entonces
Alguna vez? ¿Qué culpa
Tiene mi corazón?
Si la niebla se esfuma
¿Qué otra pasión me espera?
¿Será tranquila y pura?
¡¡Si mis dedos pudieran
Deshojar a la luna!!

Federico García Lorca

16 de agosto de 2012

COMO SI NO EXISTIERA ESTA DISTANCIA



Todos los días te imagino,
de pie frente a mis sueños,
y respiro a tu lado sabia nueva.
La urgencia de la selva
no abruma nuestros planes
secretos, empecinados,
que hacen de la imaginación
vagos deseos.

Como si no existiera
esta distancia entre nosotros,
te escribo, te cuento los
recodos del camino,
hablo contigo de los
peligros de estar lejos
del mar y también
vivir en medio del océano.

Te digo amor así,
en esta distancia
que ahora me parece mínima
y cierro los ojos
para verte brillar
entre las hojas en blanco
del poema aún no escrito.

Amor mío, ninguna distancia
será más delicada que
nuestras pieles amándose.
Pongo cerca de mi almohada
un autorretrato que vos
mismo has realizado
sobre ti y luego abro
el cajón de mi mesa de luz,
para que nadie sepa
que estuvimos juntos
tan cerca como
ahora mismo, amor mío

LUCIA SERRANO

7 de agosto de 2012

LA LLUVIA



Bruscamente la tarde se ha aclarado
Porque ya cae la lluvia minuciosa.
Cae o cayó. La lluvia es una cosa
Que sin duda sucede en el pasado.

Quien la oye caer ha recobrado
El tiempo en que la suerte venturosa
Le reveló una flor llamada rosa
Y el curioso color del colorado.

Esta lluvia que ciega los cristales
Alegrará en perdidos arrabales
Las negras uvas de una parra en cierto

Patio que ya no existe. La mojada
Tarde me trae la voz, la voz deseada,
De mi padre que vuelve y que no ha muerto
JORGE LUIS BORGES

3 de agosto de 2012

LOS TRABAJOS DE LA POESÍA de Enrique Molina




El lejano bramido de una noche cuya verde coraza se
abre como un pescado
La influencia de la lluvia con mejillas de invernáculo
errante empañado por el vapor de las plantas
Las ligaduras sueltas que dejan cicatrices invisibles
La música de dos cuerpos escogidos por el amor para
estatuas del fuego levantadas en una Ilanura infinita
O en la sombra de un puerto perseguida por una garra
de plata
Con las uñas iluminadas como ventanas de hogares
distantes en los que se ve a una pobre muchacha
preparando el alimento para las bestias del sueño.
Los rojos candelabros de palmeras donde silba el exilio
Las agujas de sangre viva los pájaros hacia el fin las
nubes los trajes de lentejuelas marinas
Y el golpe de las pisadas en el extraño planeta llamado
Tierra
Hacen el gusto a liquen de los días
La paciencia insaciable de los hombres
La ahogada del invierno arrojada a otra costa por el
viento.

Ahora veo el país de grandes alas
Limitado lágrima a lágrima por todo aquello que no
vuelve: jamás
Atravesado por la emigración de las almas arrastrando
sus pesados cubos de sangre y sus utensilios de
pasión y de cólera
Habitaciones invadidas por helechos gigantescos en las
que acecha la fiera de gris de las mujeres olvidadas
Posando el solitario acaricia la cabellera de la distancia
cubierta de plumas centelleantes y estremecida por
viajeros
Faroles que brillan con un hechizo venenoso
Como la serpiente de las añoranzas eternas cuyo
estuche sombrío
Exhala un olor a mariposas descompuestas dentro de
una caja de terciopelo misterioso envuelta en llamas.

Un desván de cenizas

Un hombre avanzando con su fantasma contra la
bocanada del sueño
Contra esos torbellinos de plumas engastados en
ciertos anilIos de pájaro muerto
¡Oh son los antiguos días!
Los alcoholes terrestres:
Un poco de alimentos fríos en un pan tras un trago de
sopa
La momia primaveral en su ataúd de hielo dorado
Un escorpión junto a la llave de la luz en un hotel del
trópico
El cáliz de madera y ocio ofrecido a los monos por un pequeño vapor en un río del trópico

Y esas trenzas abiertas sobre los senos del amor en
los parajes indescriptibles vistos desde lo alto de una
caricia
O el tañido de platos extranjeros de los cuales se
alimentan algunas mujeres muy tristes atravesadas
por un gemido o un soplo de novela

Y aún desnudas bajo la maldición marina

iOh son los antiguos días!
Pasiones miseria y orgullo

Una tienda de antigüedades saqueada por el pájaro de
prensa y esparcida al sol
Y en la que sólo vale el oro lívido del tiempo
Con diosecillos tenebrosos crujiendo bajo tus planta.