26 de febrero de 2010

HE VUELTO DE LOS MAS NEGROS ATARDECERES

He vuelto de los más negros atardeceres
y he vuelto con las manos vacías, ciegas.
He dejado tirado al borde del camino
mi pequeño poeta enamorado del amor.

Me dieron unas monedas de oro y plata
y una pequeña soga de seda oriental
para ahorcarme feliz y arrepentido
al darme cuenta que el oro ya no brilla.

El camino donde perdía al cálido poeta
quedó clavado en el desierto del tiempo
en lo profundo de un instante de locura.

Cada palabra se transformó en una piedra
todo amor se conjugó en pasado remoto
toda luz fue noche, todo color, vacío.

Del libro: "Al Sur de Europa"
Miguel Oscar Menassa

21 de febrero de 2010

HECHOS MEMORABLES - RENE DAUMAL

Acuérdate de tu padre y de tu madre, y de tu primera mentira
cuyo indiscreto olor se arrastra por tu memoria.

Acuérdate de tu primer insulto a los que te engendraron:
la semilla del orgullo quedó sembrada, resplandeció la fisura quebrando la unidad de la noche.

Acuérdate de los anocheceres de terror en los que el pen-
samiento de la nada te arañaba el vientre, y volvía sin cesar
para picotearte como un buitre; acuérdate también de las ma-
ñanas de sol en el cuarto.

Acuérdate de la noche de liberación en la que, al caer tu
cuerpo suelto como un velamen, respiraste un poco del aire incorruptible; acuérdate también de los animales pegajosos que
te han vuelto a aprisionar.

Acuérdate de las magias, de los venenos y de los sueños te-
naces -querías ver, te tapabas ambos ojos para ver, pero no
sabías abrir el otro.

Acuérdate de tus cómplices y de los fraudes en común y de
ese gran deseo de salir de la jaula.

Acuérdate del día en que desgarraste la tela y te apresaron
vivo, inmovilizado ahí mismo en la batahola de bataholas de
las ruedas que giran sin girar, contigo adentro, cogido siempre
por el mismo instante inmóvil, repetido, repetido, y el tiempo
no daba sino una vuelta, todo giraba en tres sentidos innume-
rables, el tiempo se cerraba al revés ( y los ojos de carne sólo
veían un sueño, sólo existía el silencio devorador, las palabras
eran pieles secas, y el ruido, el sí, el ruido, el no, el alarido
visible y negro de la máquina te negaba), el grito silencioso
"Yo soy" que el hueso oye, por el cual muere la piedra, por
el cual cree morir lo que nunca fue. Y tú no renacías a cada
instante sino para ser negado por el gran círculo sin límites,
todo pureza, todo centro, todo pureza salvo tú mismo.

Y acuérdate de los días que siguieron, cuando marchabas
como un cadáver hechizado, con la certidumbre de ser devo-
rado por el infinito, de ser aniquilado por la existencia única de
lo Absurdo.

Y acuérdate sobre todo del día en que querías arrojarlo todo,
de cualquier modo. Pero un guardián vigilaba en tu noche,
vigilaba mientras dormías, te hizo tocar tu propia carne, te
hizo recordar a los tuyos, te hizo recoger tus andrajos.
Acuérdate de tu guardián.

Acuérdate del hermoso espejismo de los conceptos, y de las
palabras conmovedoras, palacio de espejos construido en un
sótano. Y acuérdate del hombre que vino y lo rompió todo,
te tomó con su tosca mano, te arrancó de tus sueños y te obligó
a sentarte sobre las espinas del pleno día. Y acuérdate de que
no sabes recordar.

Acuérdate de que todo se paga, acuérdate de tu felicidad,
pero cuando te trituraron el corazón, era ya demasiado tarde
para pagar por adelantado.

Acuérdate del amigo que te tendía su razón para recoger tus
lágrimas brotadas de la fuente helada que violaba el sol
de primavera.

Acuérdate de que el amor triunfó cuando ella y tú supisteis
someteros a su fuego ansioso, rogando morir en la misma llama.

Pero acuérdate de que el amor no es de nadie, de que en tu
corazón de carne no hay nadie, de que el sol no pertenece a na-
die, ruborízate al contemplar el cenegal de tu corazón.

Acuérdate de las mañanas en que la gracia era como una
vara amenazadora que te conducía, sumiso, a través de tus jor-
nadas, ¡bienaventurado el ganado bajo el yugo!

Y acuérdate de que entre sus dedos entumecidos tu pobre
memoria dejó escapar el pez de oro.

Acuérdate de los que te dicen: acuérdate. Acuérdate de la
voz que te decía: no caigas. Y acuérdate del placer equívoco
de la caída.

Acuérdate, pobre memoria mía, de las dos caras de la me-
dalla. Y de su metal único.

Poésie noire, poésie blanche

10 de febrero de 2010

PALABRAS Y PALABRAS

Hilos. Nudos. Sonrisas.
Pequeña gloria.
Hombre en las tinieblas.

Soy el que ya no sufre.
No pido pan.
Pido extensión marítima.
Tus bellos ojos
extendidos a mis pies
redondos
abismales
mirando cómo brillan
mis labios en lo alto.

Piel de nueces partidas
piel de alcántaras.

Beso tu boca encandilada.
Muerdo tu boca abierta
por el delirio de la sangre
y arranco de la estatua que soy
mi pecho enamorado.

No tengo sed.
Sólo pieles y versos
por el camino de los hombres.

Del libro: "La poesía y yo"
Miguel Oscar Menassa

3 de febrero de 2010

AMABA LA CARCEL DONDE HABITABAS

Te amé, lo reconozco, con toda la furia y la locura de los
iniciados.
Mi cuerpo de mujer abierto a los deseos claros, se alteró
por tus celos de tenues sonidos imaginarios, y una feroz humi-
llación atacó la ternura, hasta hacerte un extraño en mi vida.
Para olvidarte, no encontré las fórmulas precisas.
Mi piel encadenada a inolvidables momentos, amaba la
cárcel donde habitabas con legajo de cadena perpétua.
Sin querer retroceder, acepté el sobreentendido tentador,
posibilidad constante de un encuentro en libertad.
La memoria que convocaba mi insistencia, poseía un desa-
fío desmedido: “no amar la traición” y asistida por mágicas
razones, quise ser más que una mujer.
Noches encantadas del universo quimérico que pasé a tu
lado, me hicieron un jugador y seguí apostando.
Imposibilitada de cambiar de rumbo, una voluntad sagra-
da, me obliga a comprender el tiempo que nos une.
Todo fue imposible, no alcanzó ninguna palabra, ningún
gesto, ningún acuerdo, ni siquiera ningún adiós.
Hoy, deseo que nadie comprometa mi tristeza.

LUCIA SERRANO
(del libro “Blues para la Corona”-Bs.As.Argentina-1995)