28 de agosto de 2014

MADRE, VOY MAÑANA A SANTIAGO

Madre, voy mañana a Santiago,
A mojarme en tu bendición y en tu llanto.
Acomodando estoy mis desengaños y el rosado
De llaga de mis falsos trajines.

Me esperará tu arco de asombro,
Las tonsuradas columnas de tus ansias
Que se acaban la vida. Me esperará el patio,
El corredor de abajo con sus tondos y repulgos
De fiesta. Me esperará mi sillón ayo,
Aquel buen quijarudo trasto de dinástico
Cuero, que para no más rezongando a las nalgas
Tataranietas, la correa a correhuela.

Estoy cribando mis cariños más puros.
Estoy ojeando, no oyes jadear la sonda
No oyes tascas dinas
Estoy plasmando tu fórmula de amor
Para todos los huesos de este suelo.
Oh, si se dispusieran los tácidos volantes
Para todas las cintas más distantes,
Para todas las citas más distintas.

Así, muerta inmortal. Así.
Bajo los dobles arcos de tu sangre, por donde
Hay que pasar tan de puntillas, que hasta mi padre
Para ir por allí,
Humildóse hasta menos de la mitad del hombre,
Hasta ser el primer pequeño que tuviste.

Así, muerta inmortal.
Entre la columnata de tus huesos
Que no puede caer ni a lloros,
Y a cuyo lado ni el destino pudo entrometer
Ni un solo dedo suyo.

Así, muerta inmortal.

Así.

CESAR VALLEJO

A LA QUE PASA

La avenida estridente en torno de mí aullaba.
Alta, esbelta, de luto, en pena majestuosa,
Pasó aquella muchacha. Con su mano fastuosa
Casi apartó las puntas del velo que llevaba.

Ágil y ennoblecida por sus piernas de diosa,
Me hizo beber crispado, en un gesto demente,
En sus ojos el cielo y el huracán latente;
El dulzor que fascina y el placer que destroza.

Relámpago en tinieblas, fugitiva belleza,
Por tu brusca mirada me siento renacido.
¿Volveré acaso a verte? ¿Serás eterno olvido?

¿Jamás, lejos, mañana?, pregunto con tristeza.
Nunca estaremos juntos. Ignoro a dónde irías.
Sé que te hubiera amado. Tú también lo sabías.

CHARLES BAUDELAIRE

22 de agosto de 2014

                          HOY

Hoy, los esclavos persiguen
el deforme consuelo de los que murieron.
Tierra débil, de nadie,
aferrada a la vida en sus extremos.
Decadencia de un llanto
que alguna vez fue eterno.
Túnel donde la oscuridad
lame los restos.
Atomos del mañana.
Esclavizado infinito esclavizado.

Sexo que silencia el grito.
Recorta la noche en mil pedazos
por el arte de amar lo necesario
y ver lo inmóvil detenerse en el barro.
Duermo debajo de la sed
que tienen los silencios
y te perdono amor.

Hoy, también yo
soy un gusano vil,
un ser imperfecto.

                      LUCIA SERRANO

LA INTEMPERIE DEL DISCURSO

Querido:

Debo reconocer que te esperaba.
Inútil sensación sin cauce, río donde las aguas in-
tentan mezclar al ser que no teme derivas.
Desatada el alma, un interior perturba mis ideas.
Olores me convocan y nazco a la vida en un gesto
imprevisto.
Antiguas fierezas te reconocen habitante de la selva.
Anticipando tiempos, inventaba lo que nunca estaría.
Oculto las ansias de tenerte conmigo, me muestro
segura y despreocupa, sospecho senderos que llegan a las
puertas de una clave secreta, inatrapable para tu mirada, en-
tonces desvío y callo.
Es inevitable, una mujer desnuda, sacia siempre la
sed de un caminante.
LUCIA SERRANO (del libro "BLUES PARA LA CORONA")

20 de agosto de 2014

JACQUES PREVERT
Para Bárbara
Acuérdate Bárbara
Llovía sin cesar en Brest aquél día
Y marchabas sonriente
Dichosa embelesada empapada
Bajo la lluvia
Acuérdate Bárbara
Llovía sin cesar en Brest
Y me crucé contigo en la calle de Siam
Sonreías
Y yo también sonreía
Acuérdate Bárbara
Tú a quién yo no conocía
Tú que no me conocías
Acuérdate
Acuérdate pese a todo aquél día
No lo olvides
Un hombre se cobijaba en un portal
Y gritó tu nombre
Bárbara
Y corriste hacia él bajo la lluvia
Empapada embelesada dichosa
Y te echaste en sus brazos
Acuérdate de eso Bárbara
Y no te ofendas si te tuteo
Yo tuteo a todos los que amo
Aunque los haya visto sólo una vez
Tuteo a todos los que se aman
Aunque no los conozca
Acuérdate Bárbara
No olvides
Esa lluvia buena y feliz
Sobre tu rostro feliz
Sobre esa ciudad feliz
Esa lluvia sobre el mar
Sobre el arsenal
Sobre el banco d'Ouessant
Oh Bárbara
Menuda estupidez la guerra
Qué has llegado a ser ahora
Bajo esta lluvia de hierro
De fuego de acero de sangre
Y el hombre aquel que te estrechaba entre sus brazos
Amorosamente
Quizás ha muerto o desaparecido o vive todavía
Oh Bárbara
Llueve sin cesar en Brest
Como solía llover en otro tiempo
Pero no es lo mismo y todo está estropeado
Es lluvia desconsolada de duelo espantoso
Ni siquiera es ya tormenta
De hierro de acero de sangre
Simplemente nubes
Que revientan como perros
Perros que desaparecen
En el remanso de Brest
Y van a pudrirse lejos
Lejos muy lejos de Brest
Donde ya no queda nada.
De "Paroles"
Versión de C. Deplois

17 de agosto de 2014

CARILDA OLIVER LABRA

RAZÓN DE SUEÑO
No es el modo casual con que caminas,
ni el dibujo inexacto de tu mano:
es tu ruda tristeza mal vestida
quien se pone de acuerdo con los astros.
Cansado de nacer para los ángeles,
tienes todo el dolor de la ceniza.
Alarma cotidiana de mi sangre,
pasajero rebelde de esta herida:
sucedes por adentro de mi carne
y dueles en el centro de mí misma.
 

13 de agosto de 2014

MIGUEL DE UNAMUNO - ESPAÑA 1864

VUELVEN A MÍ MIS NOCHES
Escrito en el cuarto en que viví mi mocedad
Vuelven a mí mis noches,
noches vacías,
rumores de la calle,
las pisadas tardías,
rodar de coches,
conversaciones rotas
y desgranadas notas
de un pobre piano,
viejo y lejano.
Hundióse así el tesoro de mis noches,
en esta misma alcoba,
aquí dormí, soñé, fingí esperanzas
y a recordarlas me revuelvo en vano...,
no logro asir aquel que fui, soy otro...
Pienso, sí, que era yo, mas no lo siento,
es sólo pensamiento.
No es nada. La realidad presente me las roba.
Los días que se fueron, ¿dónde han ido?
De aquel que fui, ¿qué ha sido?
Muriendo sumergióse aquel que fuera...
Hijos de tantos días que en el fondo
de la oscura cantera
de mi conciencia yacen.
Y allí dentro, ¿qué hacen?
El alma es cementerio
y en ella yacen los que fuimos, solos.
Los días se devoran...
....................................................................................
....................................................................................
Cierro los ojos:
a ver, mi fiel memoria, ¿acaso no te acuerdas?
Era un muchacho pálido,
triste, con la tristeza del que sueña
días de gloria...
....................................................................................
....................................................................................
¡Oh si hubiera llegado a conocerme!
¡Oh si aquel que yo fui ahora me viera!...
¡Y si le viera yo, si en un abrazo
se hiciese vivo el lazo
que ata el pasado al porvenir oscuro!
Se me ha muerto el que fui; no, no he vivido.
Allá entre nieblas,
del lejano pasado en las tinieblas,
miro como se mira a los extraños
al que fui yo a los veinticinco años.
Cada hijo de mis días que pasaron
devoró al de la víspera;
de la muerte del hoy surge el mañana,
¡oh, mis yos, que finaron!
Y mi último yo, el de la muerte,
¿morirá solo?
¡Oh tremendo misterio de la muerte!
Todos esos que he sido,
¿no acudirán en torno de mi lecho
para aliviarme el pecho
de la terrible soledad postrera?
Cuando al fin muera,
¿no vendréis, oh mis almas juveniles,
ángeles de los días de mi infancia,
y de aquella mi verde primavera
con la auroral fragancia
consolaréis el tránsito tremendo?
¡Cuántos he sido!
Y habiendo sido tantos,
¿acabaré por fin en ser ninguno?
De este pobre Unamuno,
¿quedará sólo el nombre?
....................................................................................
....................................................................................
Se pierden ya las notas
desgranadas y rotas
del pobre piano,
viejo y lejano,
y en el ambiente espiritual perdura
flotante melodía
tocada de amargura.
¡Oh, música del alma,
celeste sinfonía
de lo que fue, lo que es, lo que será, misterio
torturador, eterno!
¡Oh, silencio infinito!
¿No se quebranta tu impasible seno
con nuestro grito?
¿Dónde estás, alma mía?...
EN HORAS DE INSOMNIO
(cuatro sonetos)
1
Me voy de aquí, no quiero más oírme;
de mi voz toda voz suéname a eco,
y a falta así de confesor, si peco
se me escapa el poder arrepentirme.
No hallo fuera de mí en que me afirme
nada de humano y me resulto hueco;
si esta cárcel por otra al fin no trueco
en mi vacío acabaré de hundirme.
Oh triste soledad, la del engaño
de creerse en humana compañía
moviéndose entre espejos, ermitaño.
He ido muriendo hasta llegar al día
en que espejo de espejos, soyme extraño
a mí mismo y descubro no vivía.
2
Hecho teatro de mí propio vivo,
haciendo mi papel: rey del desierto;
en torno mío yace todo yerto,
y yo, yerto también, su toque esquivo.
En vez de hacer algo que valga, escribo;
al afirmarlo todo no estoy cierto
de cosa alguna y no descubro puerto
en que dé tierra al corazón altivo.
Me desentraño en lucha con el otro,
el que me creen, del que me creo potro,
y en esta lucha estriba mi comedia;
pasan los años sin traerme cura;
bien veo que es mi vida una locura
que sólo con la muerte se remedia.
3
Dejar un grito, nada más que un grito,
aquel del corazón cuando le quema
metiéndosele el sol, pues no hay sistema
que diga tanto. Dice el infinito
del desengaño, dice cómo el hito
cayó que nos marcaba la suprema
jornada de ilusión, dice la extrema
resignación a lo que estaba escrito.
¿Definiciones? Sí, buenas palabras,
que aunque presumen ser abracadabras
no nos abren tesoro verdadero;
no se cura la vida con razones,
espacio, tiempo, lógica, sayones
sin compasión de todo cuanto espero.
4
La Tierra un día cruzará el espacio
celeste convertida en cementerio
de civilizaciones; el misterio
triunfará de la vida, pues reacio
fue siempre a la razón. Me pone lacio
el ánimo el pensarlo. ¿Acaso es serio
del mundo así entregarse al loco imperio
de cuya vanidad nunca me sacio?
Cruzará, vanidad de vanidades,
muerta, la soledad de soledades,
sin principio, sin fin y sin objeto;
mas entretanto, corazón, pelea
por esa vanidad; tal vez la idea
logre aplacarte, corazón inquieto.

MIGUEL DE  UNAMUNO - ESPAÑA 1864

11 de agosto de 2014

Y por último, un día nos decidimos a partir.
Tenemos equipajes y algún papel en el bolsillo con
anotaciones minúsculas;
un número de teléfono al que no llamaremos jamás,
el nombre de unas píldoras para dormir o no dormir,
el relámpago muerto de algún poema.
Tenemos equipajes con ropa y máquina de afeitar y algunos de nosotros
botellas de coñac o perfume o aceite para el sol
y libros sagrados y de álgebra y de ciencia ficción,
tenemos treinta años y padecemos todos, cada uno según su necesidad,
 humo y amor y redes y violencias, sed de verdad, insomnio
                                                                                [y desesperación,
 y hemos sacado algunas conclusiones.
(En la ciudad inmensa cada uno cavó su guarida,
 acumuló sus propiedades, sus olvidos, su oposición a la muerte.
Cada uno disfrutó de derrumbes y papeles en blanco,
lloró de rabia ante las cajas fuertes del tiempo,
firmó con mil imágenes de Dios pactos después desconocidos,
creyó en todo,
abrió sus brazos, tomó vino, contó dinero, acarició, supuso
librarse bien, salvarse, haber hallado cómplices para la gran reunión
                                                           [en la sala principal de la cueva
para el acuerdo universal del que saldría limpio e inocente.
Pero no hubo al fin más que carozos y cenizas y botellas vacías.

Queda la noche, sin embargo,
la noche abierta a los pequeños ensayos de fuga ya los
                                                                            [pequeños abismos,
el fondo de la noche donde tampoco habrá solución
porque igualmente se lo habrán montado, se lo habrán repartido
                [sin concederle siquiera que tuvo algo que ver,
                 que él puso algo de su parte también;
                 algo de buena voluntad, de asombro, de inocencia
y no tan sólo su cara de extraño.
En la comisaría lo apalean por gritar en la calle
que el suyo es un horrible país, y en el casino
le prohíben la entrada porque ven en sus ojos
el fuego inconfundible de los videntes.
La mañana está lejos, de cualquier manera:
puede durar un poco más esta frágil tregua nocturna
antes del sol y el ruido de las máquinas y la pobreza mental.
Entra en el bar y mira aquella mesa:
ella por fin ha vuelto.
Afuera ha comenzado la lluvia,
y melancólicamente
los dos conversan de su amor de diez años atrás.
Después se encuentra solo en el filo despiadado del amanecer.
                                                                    
En la puerta de un sótano la música de Charlie Parker
lo atropella en su fuga hacia las estrellas afiebradas
y siente que ya sabe hasta su última mentira.

En su cabeza brilla una bella ecuación
pero a los camaradas no les sirve
para cambiar el mundo.
Los bares del olvido están cerrados para siempre,
no tiene donde estar y la lucidez se paga sabiéndolo.)
Todos perdidos en la noche y roídos por innumerables agravios,
todos equivocados y autores de desastres irreparables, 
todos dementes y llagados y llenos de bichos y de confusión,
ustedes, yo, nosotros, mis amigos difíciles, cazadores de lejanos poemas
sobre la gran llanura marcada por el rayo. 
                                  RAÚLGUSTAVO AGUIRRE

5 de agosto de 2014

A LAS RUBIAS ENVIDIAS

A las rubias envidias
porque naciste con color moreno,
y te parecen ellas blancos ángeles
que han bajado del cielo.
¡Ah!, pues no olvides, niña,
y ten por cosa cierta,
que mucho más que un ángel siempre pudo
un demonio en la tierra.       

ROSALIA DE CASTRO