31 de julio de 2012

La poeta Norma Menassa es Europa

TU ERES EUROPA
YO SOY EUROPA

Oye, tú también eres Europa,
Entonces dime: Quien te separa, 
quien busca confundirte en este falso anhelo de equilibrio,
qué quiere reducirte a ser un corazón devorado 
por helados proyectos que queman tus brazos,
que ya no se abrirán como para abrazar el mar
sino que se cerrarán con fuerza sobre tus costillares.

Dónde quedaron Europa, tu caballo y tu flecha,
Dónde el rebaño buscando los establos,
y los mares surcados en busca de otras tierras
que eran el desafío a extrañas ilusiones.
Fiebre y sudor fueron las manos que izaron los veleros
que trajeron el oro del oeste y dejaron en los cielos desiertos
señales para que los ignorantes buscaran
en el vidrio roto de mil estrellas,
las escrituras sagradas de sus sueños.

¿Dónde quedaste en medio de esta Europa?
si el progreso cavó pozos tan hondos
que rompieron las raíces que te ataban a la tierra
y se fueron en ellos todos los paisajes
como flores de terror pulverizadas
sobre sábanas de amargura,
a causa de esa extraña disciplina
que quieren imponerte para encadenarte.

Un sistema demasiado cruel y enloquecido
que no llega a darse cuenta del temblor del imperio,
que ya se escuchan, no gritos de batalla,
sino el mugido triste de la vaca llevada al matadero
donde cotizará su precio por cabeza
cuando ésta ruede perdida para siempre.

Oye, yo soy Europa,
pero he perdido la mirada de la sabiduría.
Fui entregada a un ritmo frenético que desató un infierno
de ardor que mantiene despiertas las heridas
y con dolor avancé por las calles como un circo
que ha perdido su perfil y mutilado busca
que una pirueta le devuelva ese cielo
que otra vez haga existir al mundo.

Hombres encadenados veo y sordos a la vez
ocultando la falta de salida
porque han cercenado esa imprescindible dosis de locura
que siempre acude cuando se trata de instalar una nueva geometría.

No hay cuarteles pero la muerte se asoma por los ojos
y los cuerpos se aletargan porque no quieren despertar
con un nudo en la garganta otra mañana,
en que dedos invisibles de hierro
apunten a los sueños de la muchedumbre
hecha de fuego y nube
que grita para romper prisiones en pleno mediodía.

Tercamente las doce campanadas llaman a la mesa
del pan nuestro de cada día, y acude la sentencia del poeta,
“anochecer sin casa o amanecer sin vida”,
siembra de guerra fría.

“Las tierras…, las tierras de España,
jinetes del pueblo…”,
¿Tú eres Europa?

27 de julio de 2012

NO NOS DEJAN CANTAR



No nos dejan cantar, ellos, Paul Robeson,
Canario de alas de águila,
Mi hermano negro de perlados dientes:
No nos dejan gritar nuestras canciones.
Tienen miedo, Paul Robeson,
Tienen miedo del alba, tienen miedo de ver,
Miedo de comprender y de palpar.
Tienen miedo de amar,
Miedo de amar como Ferhat amó,
           apasionadamente.
(Seguramente ustedes también, hermanos negros,
Tendrán algún Ferhat. ¿Cómo le llamas, Robeson?)
Ellos le tienen miedo, por igual,
   a la semilla y a la tierra,
Miedo al agua que corre y fertiliza.
Tienen
           miedo hasta de acordarse.
La mano de un amigo que no quiere
descuento, comisión ni moratoria,
La mano de un amigo, cálida como un ave,
Nunca estrechó su mano.
Ellos le tienen miedo a la esperanza,
Robeson, ¡miedo a la esperanza!
Tienen miedo, canario de alas de águila:
Les tienen miedo, Robeson,
   a las canciones nuestras...

NÂZIM HIKMET
Nace en Tesalónica en 1902

26 de julio de 2012

SOBRE LA VIDA



No es chacota la vida.
La tomarás en serio,
Como lo hace la ardilla, por ejemplo,
Sin esperar ayuda ni de aquí ni de allá.
Tu más serio quehacer será vivir.

No es chacota la vida.
La tomarás en serio,
Pero en serio a tal punto
Que, puesto contra un muro, por ejemplo,
Con las manos atadas,
O en un laboratorio,
De guardapolvo blanco y con grandes anteojos,
Tú morirás por que vivan los hombres,
Aun aquellos hombres
Cuyo rostro ni siquiera conoces.
Y morirás sabiendo, ya sin ninguna duda,
Que nada es más hermoso, más cierto que la vida.

La tomarás en serio,
Que a los setenta años, por ejemplo,
Plantarás olivares,
No para que les queden a tus hijos,
sino porque, aunque temas a la muerte,
Ya no creerás en ella,
Puesto que en tu balanza
La vida habrá pesado mucho más.

NÂZIM HIKMET
Nace en Tesalónica en 1902

23 de julio de 2012

TE AMO



Te amo por todas las mujeres que no he conocido.
Te amo por todos los tiempos que no he vivido.
Por el olor del mar inmenso y el olor del pan caliente.
Por la nieve que se funde por las primeras flores.
Por los animales puros que el hombre no persigue.
Te amo por amar.
Te amo por todas las mujeres que no amo.

Quién me refleja sino tú misma me veo tan poco
sin ti no veo más que una planicie desierta.
Entre antes y ahora
están todas estas muertes que he sorteado sobre paja.
No he podido atravesar el muro de mi espejo.
Tuve que aprender la vida como se olvida
palabra por palabra

Te amo por tu sabiduría que no me pertenece.
Te amo contra todo lo que no es más que ilusión.
Por el corazón inmortal que no poseo
crees ser la duda y no eres sino razón.
Eres el sol que me sube a la cabeza
cuando estoy seguro de mí.

PAUL ELUARD

12 de julio de 2012

PAUSA





Haciendo el amor al sol, al sol de la mañana
en una habitación de hotel
sobre el callejón
donde los pobres hurgan buscando botellas;
haciendo el amor al sol
haciendo el amor junto a una alfombra más roja que nuestra sangre,
haciendo el amor mientras los chicos venden titulares
y Cadillacs,
haciendo el amor junto a una foto de París
y un paquete abierto de Chesterfield,
haciendo el amor mientras otros hombres -pobres idiotas-
trabajan.
Desde aquel momento (hasta ahora...
años, quiza, según otras medidas,
pero en mi recuerdo es sólo una frase reiterada)
hay tantos días
en los que la vida se detiene, frena y se sienta
y espera como un tren en las vías.
Paso por ese hotel a las 8
y a las 5. Hay gatos en los callejones
y botellas y mendigos,
y levanto los ojos hacia la ventana y pienso
ya no sé dónde estás,
y sigo andando y me pregunto adónde
va la vida
cuando se detiene.
Charles Bukowski

9 de julio de 2012

CARTA DE AMISTAD A UN CIELO




Aquí me tienes, cielo, delante de tus símbolos.
Tuyos de nuevo son los cauces de mi azoro.
Cada noche te escucho conversar con mi espíritu
y llamar mis corderos a rediles de oro.

Te he venido a esperar al balcón predilecto,
que domina las cúpulas y preside el paisaje.
Te he venido a esperar como a un hombre que vuelve
por senderos de pinos y de nubes en viaje.

Es el mismo balcón de la estrella y los diálogos
con las criaturas párvulas. Reconocerlo puedes,
porque en él me hallarás con mi signo infinito,
asomado a la cal de sus blancas paredes.

Con naturalidad me apoyaré en el hombro
de tu sosiego azul. Y al pie de tu penumbra,
me verás desde el monte más lejano; el que tiene
unas piedras heladas que la aurora deslumbra.

Son las seis de la tarde. Es nuestra hora única.
Tus espíritus bajan por azules colinas.
Estás próximo. Llegas. No es posible dudarlo,
y en mi suelo pondrás tus pisadas divinas.

Mas, si acaso hoy no vienes, mi absoluta esperanza
persevera. Yo soy, bien lo sabes, tu amigo.
Vendrás cuando florezca la brisa, o cuando nazca
el tierno recental con su pelo de trigo.

De los dorados lápices que están sobre mi mesa,
he tomado al azar el más puro y ligero.
Con él te escribo ahora esta carta, y por ella
sabrás que si hoy no vienes, cualquier día te espero.

GERMÁN PARDO GARCÍA
Colombia-1902
De “Las voces naturales"

3 de julio de 2012

LA MEMORAIA EN LAS MANOS

Hoy son las manos la memoria. El alma no se acuerda, está dolida de tanto recordar. Pero en las manos queda el recuerdo de lo que han tenido. Recuerdo de una piedra que hubo junto a un arroyo y que cogimos distraídamente sin darnos cuenta de nuestra ventura. Pero su peso áspero, sentir nos hace que por fin cogimos el fruto más hermoso de los tiempos. A tiempo sabe el peso de una piedra entre las manos. En una piedra está la paciencia del mundo, madurada despacio. Incalculable suma de días y de noches, sol y agua la que costó esta forma torpe y dura que acariciar no sabe y acompaña tan sólo con su peso, oscuramente. Se estuvo siempre quieta, sin buscar, encerrada, en una voluntad densa y constante de no volar como la mariposa, de no ser bella, como el lirio, para salvar de envidias su pureza. ¡Cuántos esbeltos lirios, cuántas gráciles libélulas se han muerto, allí, a su lado por correr tanto hacia la primavera! Ella supo esperar sin pedir nada más que la eternidad de su ser puro. Por renunciar al pétalo, y al vuelo, está viva y me enseña que un amor debe estarse quizá quieto, muy quieto, soltar las falsas alas de la prisa, y derrotar así su propia muerte. También recuerdan ellas, mis manos, haber tenido una cabeza amada entre sus palmas. Nada más misterioso en este mundo. Los dedos reconocen los cabellos lentamente, uno a uno, como hojas de calendario: son recuerdos de otros tantos, también innumerables días felices dóciles al amor que los revive. Pero al palpar la forma inexorable que detrás de la carne nos resiste las palmas ya se quedan ciegas. No son caricias, no, lo que repiten pasando y repasando sobre el hueso: son preguntas sin fin, son infinitas angustias hechas tactos ardorosos. Y nada les contesta: una sospecha de que todo se escapa y se nos huye cuando entre nuestras manos lo oprimimos nos sube del calor de aquella frente. La cabeza se entrega. ¿Es la entrega absoluta? El peso en nuestras manos lo insinúa, los dedos se lo creen, y quieren convencerse: palpan, palpan. Pero una voz oscura tras la frente, ?¿nuestra frente o la suya?? nos dice que el misterio más lejano, porque está allí tan cerca, no se toca con la carne mortal con que buscamos allí, en la punta de los dedos, la presencia invisible. Teniendo una cabeza así cogida nada se sabe, nada, sino que está el futuro decidiendo o nuestra vida o nuestra muerte tras esas pobres manos engañadas por la hermosura de lo que sostienen. Entre unas manos ciegas que no pueden saber. Cuya fe única está en ser buenas, en hacer caricias sin casarse, por ver si así se ganan cuando ya la cabeza amada vuelva a vivir otra vez sobre sus hombros, y parezca que nada les queda entre las palmas, el triunfo de no estar nunca vacías. PEDRO SALINAS