III
El era un artista subestimado y
sobreestimado.
La obsesión por igualar el
feeling del blues, respondió a que buscaba desesperadamente algo que tocara su
corazón.
Los amantes del blues, se
cuentan entre los últimos exponentes del romanticismo.
El era un personaje habitante de
los bajos fondos de cualquier ciudad, pero vivía
encandilado por el brillo
ostentoso de la clase alta y sus aburridos pasatiempos.
Se movía con gran inseguridad y
se incomodaba cuando se dirigían a él.
Trataba de no mirar a nadie a
los ojos, como si cargara con la crueldad de todos sus relatos.
Odió a los profetas y sin
embargo, en las noches, fracasado por no poder con su
voluntad, su deuda con Dios
aumentaba desmesuradamente.
Nunca le interesó la tristeza de
lo venido a menos.
Le preocupaba la resonancia de
lo que estaba viviendo en esos momentos, que lo
llevaba a alcanzar el lado
sórdido de las cosas, donde las riquezas del mundo
subterráneo que habitaba, eran
un anclaje especial para el determinado mundo físico, donde sólo el blues,
acompañaba a su propio universo, enigmático y oculto detrás de los vasos del
alcohol, o el humo disminuido frente a la luz tenue del final.
Veía a todos los habitantes
desesperados por triunfar, alcanzando hazañas que él
había descalificado y desterrado
de los actos posibles de su vida.
Su grito radical, era inaudible.
Su imagen favorita, estaba
amenazada por los malos tiempos por venir, ya que ellos no le prometían cambiar
al personaje.
Las convenciones que nunca
aceptó, lo llevaron a una depresión extrema, donde
pasaba encerrado en su
habitación y no reconocía las diferencias entre la noche y
la mañana, la claridad y la
oscuridad, lo bueno y lo malo, aquello que aprovechara
su taciturno talento.
El sonido que habitaba
permanentemente en su corazón, poseía una estética, cuya profundidad difícil de
interpretar, no tenía forma de canción.
Intimista frialdad de las
mejores canciones del blues, intimista y bárbaro a la vez.
Las formas de reaccionar
supuestamente improvisadas, detestaban la alienación
urbana y en el intento de
encontrar la aristocracia del sonido propio, fue desesperante escuchar la
acústica, vibraciones de un corazón, cansado de tantos éxitos en un mundo
dormido.
Las telarañas del olvido no
vendrían a salvarlo y teniendo que sobrevivir en una
sociedad donde lo mas importante
era ganar dinero, amó las melodías deformes de una estética sensible y
diplomática, que jamás consumiría.
Amar el blues, era amar la
terquedad de todos los opuestos.
Su espíritu poco común, era
difícil de insertar en un mundo vulgar, donde su furia
ya no tenía la altura que la
provocara.
Ella tuvo la suerte y la
desgracia de haber frenado su último error y sin embargo,
por los equivocados pasos del
destino, él no tuvo más remedio que entregarse
y morir.
Ella le gritaba: ¡amor, no
regresarán los exploradores promocionando tus leyendas, quédate a mi lado,
disimula las quejas de tu inminente regreso!
Irreverencia de una tentativa
audaz, creando una desilusión más, antes de
cualquier evento.
Su nuevo chiste fue patético,
habiendo decidido ocultarse, quedó visible,
pero muerto.
Ella amó las posibilidades que
tuvo de impedir un final tan triste, pero él,
ya tenía firmada el acta de
defunción que no le permitiría acordar con ningún
bien y decidido, rechazó todo
liderazgo.
LUCIA SERRANO (del libro inédito "COMO LA MISMA PASIÓN)
Luciaaaaa!
ResponderEliminarDespués de cuánto tiempo!
Tu escrito me ha paseado por alguna época de mi vida, ya borrosa hoy, en la cual la entrada a cualquier lugar llamado "casa" implicaba sortear pilas de libros y torres de "puchos" de cigarros vencidos ya por el desgano de la rebeldía que no encontraba eco en el ocaso del día. Y además han revivido en mi memoria escenas varias de aquel film "leaving las vegas", quizá por aquella liberación final que implicaba el dejar de luchar...
No sé, pero me ha encantado :)
Locuras de uno... no hagas mucho caso ;)
Kiss!
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