30 de octubre de 2010

"EL VUELO DEL PINGÚINO"..¿adonde habrás ido?

ADIOS NESTOR KIRCHNER, HASTA LA VICTORIA SIEMPRE

GERMÁN PARDO GARCÍA
Colombia, 1902

CANTO A LA FUERZA SINDICAL

I

COMPAÑEROS de lucha: este canto a vuestra fuerza sindical
[lo principio
convocando desde lo más rojo intenso de mi sangre a la
muerte,
porque jamás seréis los constructores obreros de la vida
si ignoráis cómo trabajan los profundos mecanismos de la muerte.

Así comienzo este canto a vuestra fuerza sindical: desde
[abajo
cual si enterrase los oscuros cimientos de una casa,
para inducirla después con lentitud hacia la altura de
[hermosos cuerpos
cargados como todas las densas formas, de potencias eléctricas.

Otros hombres más universales dirían este canto
con el nombre del sol como insignia en sus bocas, del sol
[inagotable
que satura intensamente gusanos cosmogónicos
y enardece la rebelión de las panteras.

Mas yo, inmenso y brutal conocedor de sombras
[demoníacas,
afiánzome al hosco polvo con tenacidad de nervios
y lanzo este himno como ardiente flor de pólvora
que desde el piso asciende al vértigo de tempestades térmicas.

II

Y os digo en nombre de las innumerables alianzas que
[existen
entre los brazos del hombre trabajador y los sólidos seres:
ved a los armoniosos árboles confederándose
sobre el poderoso flanco del gran monte antibélico.

Ellos son el primer símbolo de esta fuerza sindical de que os
[hablo,
contemplándola desde su nacer en la arcilla hasta su
[elevación al Cosmos,
porque también allá las estrellas únense para impulsar al
[Universo,
enarbolado en mástil nuclear de lámparas tremendas
con su fulgir de insectos nebúlicos de oro.

Os doy este humano ejemplo de los árboles porque son
[criaturas
que están cada vez más próximas al espíritu del hombre.
Su inminente incorporación a nuestras almas la comprendemos
al decir: más allá de la vida todos seremos árboles.

O al exclamar: estoy solo como un árbol ante la pérdida del
[crepúsculo.

Ellos fundaron la inicial conciliación de vegetales
para defender con su auxilio al proletario parvifundio.
Al arbusto individual creciéronle otros árboles
y apareció la fronda civil llena de voces y de ruidos,
como en las plazas de las ciudades las multitudes famélicas.

Comparo este murmullo de las labiales hojas con acento de
[palabras,
porque ellas son así: dialogantes en su idioma de verdes
[monosílabos.
Tienen su misterioso abecedario y conocen la semántica del
[viento,
y en elásticos alambres de raíz o esferas húmedas y azules
graban hondas inframúsicas que nosotros no escuchamos,
y las reviven al decaer la rauda tracción de la materia.

III

ESTOS sensibles bosques sociales dotados de justísimas
[lenguas
urgen a la capacidad de mi corazón álgido y solo
para que entienda la amargura del salario miserable;
la aridez de los mineros que sacan de los cárcamos
la esclavitud de los pétreos combustibles;
la desecación de los arroyos pulmonares
por el sílice y la cal de las canteras,
y la agonía de los lívidos púgiles derrotados
por la inercia y los espectros
que atan a sus cinturas emblema falaz de campeones.

IV

ME inducen a penetrar en los talleres en que obreros
[tipógrafos
colocan grises sílabas en planchas y molduras.
Aquí la fuerza sindical logra creciente fragor de océano

que mueve sin cesar las tubulares rotativas.

Las olas de este mar tipógrafo son páginas
de blanquísimo papel que inunda las metrópolis
y se retira semejando las mareas,
para volver a anegar las casas, las calles, los estadios,
con la velocidad de sus cronologías.

¡Qué preludio tan sublime el de los linotipos y las prensas!
¡Qué ritmo tan dinámico el de los aceitados engranajes!
¡Cuánta belleza en las ustorias lámparas y espejos de
[aluminio
que distribuyen ecuaciones de calor y savias de sulfuro!

Aquí los árboles son discos enormes roturados
y laborables hojas su balsámica madera.
Se oye correr los ríos en cuyas márgenes llenas de tórridos
[pájaros
crecen las plantas de donde fluye la substantiva celulosa.
Todo diluvio aquí se escucha.
Todo huracán aquí distiéndese.
El golpe de las almádenas que parten exágonos graníticos,
repercute bajo el acero de estas bóvedadonde los relámpagos tienen menor velocidad que la noticia
Aquí la ordenadora fuerza sindical es blanca república
dirigida por las sienes sinfónicas del hombre.
Y cuando las ventanas de esta fábrica impresora se abren al
[sol y al viento,
huyen los inmortales libros como alciones
o espumas separándose de los nitrados promontorios.
Los libros inmortales
que divulgan la virilidad de las proclamas y los cantos de Píndaro.

V

ESTOS borrascosos bosques sociales me empujan a las
[riberas
donde los sindicatos de fuertes pescadores
bruñidos por las aguas teñidas de yoduros,
viven su diaria intrepidez de cálidos tritones.
Ellos, los broncos hijos del mar, se hunden en sus tormentas
a festejar sus onomásticos bestiales,
el ímpetu naval de sus bodas
o el nacimiento de una estirpe,
cual mayorazgos ebrios que retaran
la cólera de un padre enloquecido.

Tienen tatuados mapas de las naciones navegadoras
en la escollera brusca de sus velludos pechos,
como las manchas que hay en el dorso de los marinos
[elefantes.
En esa geografía humanizada sobre códices de músculos,
se apoya su derecho natural a la existencia.
¡Qué importa si sus hombros huelen a bacalao fétido
y a putrefactas proteínas!
¡Y qué si hay en sus calcañares cicatrices de paguros!
¡Qué importa si ellos viven bajo sindicales leyes
que en sus capítulos les cantan: al mar, al mar, al mar!

Así son estos hombres oceánidas: cambiantes de color y
[contextura
según el mar es áspero y de cobre, o azul índigo y tranquilo.
Asociados están como los alcatraces y así pescan.
Aprendieron del mar a federarse
y caminan obedientes al corsario caudillo.
Por eso el reclamo sindical de los estibadores
tiene poder de octópodo que amarra y paraliza.
¿No habéis visto los puertos inmóviles, las barcazas
[inmóviles,
plegados los velámenes como atáxicas plumas,
el salmón asfixiándose en las costas
y el mosto envileciéndose en las cubas?
Son los trabajadores del mar en la inacción de sus caídos
[brazos
y en la quietud de sus sociales olas,
en tanto el viejo líder, cojo de eternidad y tuerto de
constelaciones,
la insurrección de sus obreros urde.
Sus carnívoras hembras tejedoras de redes aguzan los
[arpones
como sus homicidas colmillos los escualos.
Nada es frágil en sus cuerpos de náuticos instintos.
Sus caderas rezuman sal como los poros esponjarios.
Sus verticales senos punzan como anémonas.
Y allá van tras de sus machos pescadores,
fieles a esa misma ley que agrupa a las corvinas,
mientras el tifón soplando roncas caracolas
y valvas de alectriones y crepídulas,
clama desesperadamente: ¡al mar, al mar, al mar!

VI

ME arrastran estos civiles aires a las puertas de los túneles
donde brigadas de mineros zapadores
exploran las sepultas galerías,
para ver que la arquitectura del planeta
se erige en arcos de esmeralda
sobre columnas de platino.
Cada vez que la piqueta cavadora da un golpe en las fosas
[subterráneas,
aquel orbe interior es como un templo
donde resuena un órgano monumental tocado en las
[penumbras
por la furia de un músico divino.

Allá las estalactitas licuándose parecen
pestañas de unos ojos congelados
que lloran implacables hacia adentro.
De vez en cuando fosforescencias rápidas
salidas de los cúmulos de azufre,
son antorchas que alumbran funerales
grandiosos de algún cíclope vencido.
Y si algún minero muere despedazado por las rocas,
sus compañeros con las piquetas inclinadas como a soldado
[lo sepultan.
Y el órgano estremece las cuevas de zafiro.

La fuerza sindical de los mineros
sostiene a esas brigadas en la sombra.
Sin su puntal el mundo quedaría
como perdido cofre en que tesoros
desguarnecidos por la causticidad del mar, se pudren.
La fuerza sindical de los mineros
los saca hacia la vida de lo oscuro.
Cada gota de sangre de estos hombres
se convierte en incendios de granate.
Toda lágrima suya cristaliza.

Ellos hacen germinar energía y esperanza
en lugares condenados a ser ciegos.
Yo he descendido a las minas de carbón y contemplado
la terrible oscuridad matriz del mundo.
Esas minas se encuentran más abajo de las piedras
[sepulcrales
y desde ahí se puede ver no el rostro sino la espalda de los
[muertos.
Los mineros lo saben y hunden cuñas
de esperanza en las cuarteaduras delatoras,
de donde cuelgan tiras de epidermis y sudarios
como telones de una habitación en ruinas.

Si es viscoso el contacto de la muerte
sentido en superficies luminosas,
en la tiniebla de los cárcamos
es como posar los dedos sobre ofidios vomitorios
enroscados en los fósiles de hulla.

Los mineros lo saben y elevan himnos de esperanza
para alejar la angustia que presiona
y aturdir el lamento de las criptas.
Allá bajo la tierra se oye el himno más conmovedor del
[mundo.
Son los mineros derrotando su amargura
al pie de un horizonte deletéreo,
con sus coros de arcángeles hundidos.
De pronto callan para oír que bloques bituminosos
desplómanse de arcadas y paredes,
y como exánimes cetáceos
desaparecen entre asfálticas lagunas.

VII

COMPAÑEROS de lucha: este canto a vuestra fuerza sindical
[lo concluyo
convocando desde los más sombríos sótanos mineros a la muerte,
porque jamás seréis los constructores obreros de la vida
si ignoráis cómo trabajan los profundos mecanismos de la muerte.
En esas trincheras hondas con deformes figuras talladas en las
[rocas
por el desgaste persistente de los siglos
hasta esculpir cabezas que de pronto
suplican: "Dadnos rostros humanos, concluidos".
En esas naves lóbregas donde las invocaciones así comienzan:
"En el nombre del Trabajo partimos estas rocas
y por él nuestra sangre y nuestro espíritu entregamos",
allá quisiera humildemente prosternarme
con la veracidad de aquellos seres
que pasaron por la tierra desnudos o cubiertos con pieles de leones,
a ofrecer mis tributos integrales
a esta grandeza sindical que canto
no sólo en su evidencia entre los árboles,
los talleres, océanos y minas,
sino en mí porque mi cuerpo de trabajador nocturno
envuelto en una túnica de llamas
y signando con espinas de luceros el papel para escribirle
su sangre de cristal a la Hermosura,
ese cuerpo también está nutriéndose
de vetas, yacimientos y de minas;
de peces que emocionan con sus branquias
los morados silencios de que vivo;
de hormigas que me traen los acentos
sonámbulos caídos en la arena;
de cóndores idólatras que atizan
en mis sienes la claridad que necesito;
de caballos dementes que me dan el creador estrépito;
de confederaciones celulares, cual vosotros,
y alianzas con los óxidos de la sal, y servidumbres
de mi alma escorando hacia el olvido.

25 de octubre de 2010

NACIMIENTO DEL POETA

Pretendía caminar, tranquilamente, por la vida
y no fue posible.
Desde el rostro sangrante de la nada,
escribo este poema.

Dolorosamente recuerdo,
mis años juveniles,
donde decir, era alcanzar,
con la palabra, el cielo.

Decir,
para que nada quede de lo dicho,
también, es un destino.
Sangro y lo digo.
Me duele y lo digo.
Recuerdo a mi madre y al decirlo
entre sus brazos me recuerdo.

En libertad arriesgo todo lo que tengo,
para llegar a ser este temblor,
acacia dormida en hondo mar,
hoja tenue y sencilla, al viento,
en el otoño,
pequeño sol.

Miguel Oscar Menassa

22 de octubre de 2010

CADAVER EXQUISITO (grupo de poesía viernes)

Tal vez se pospuso el encuentro,
universos malhumorados no vendrán a la fiesta,
mientras tanto camino, y tal vez llego.
Estamos en silencio y la sordera de las olas nos escribe
los verdes y amarillos de tu nombre,
sin sol los días venideros se desmayan,
y fuimos niños, formando ejércitos.

TOM LUPO RECITANDO A BUKOWSKI

20 de octubre de 2010

DE UNA RAIZ SIN DUEÑO



DE UNA RAIZ SIN DUEÑO

El camino recorrido, fue el aquelarre
del temblor del alba,
que acompañaba tercamente
las sombras, despejando
las raíces de gestos altaneros
que ya no tienen dueño.

Sordas raíces
embaucando a todos los encuentros,
negros desafíos
en medio de la selva
donde nada florece,
y todos los actos son partidas.

Monumentos que saludan alegres,
a los monstruos soberbios de la noche,
y tropiezan los pasos
en la tibias raíces
que ya no tendrán dueño,
ni hojas, ni ramas,
ni pájaros en su copa nueva.

Raíces semisumergidas,
ocupando hacia abajo
de la tierra,
los agujeros del tiempo
que ha partido.
Agujeros sensitivos
para fieles caminantes,
donde se quiebre
el ímpetu, de conocer,
taciturno homenaje
a lo que no fue,
a lo que ya no podrá ser,
a lo ido.

Reminiscencias de imágenes
donde todo se detiene,
y el hombre desde la orilla, mira;
y llegan los recuerdos, aquellos
que bañaban las playas
con la astucia de la espuma,
en un mar inexistente y frío,
un vacío sin próximo salto
hacia el abismo.

Lucía Serrano

17 de octubre de 2010

¡FELIZ DIA MAMA QUERIDA!

MADRE MIA QUERIDA

Madre mia querida,
por mi corazón,
por el alma que no tuve, querida,
por mis ideas,
las que para estar a tu lado,
era preciso renunciar.
Querida por el mundo
de los seres humanos,
de las plantas,
de los animales mitológicos
Jamás te acercaste
a un animal doméstico.
Cotidiana como las hadas
en los cuentos mayores,
Rebelde frente a la injusticia,
Cruel como la memoria,
siempre presente.
Vamos madre,
que tú y yo moriremos juntas.
No te irás de mi lado
ningún día de mi vida.
Desafío a los monstruos
de la muerte
queriendo escribir este poema.
Los secretos escondites de tu hogar
forman tu mundo
y estoy siempre a tu lado,
en tus palabras madre,
en el amor de escuchar a los vencidos,
al ciego, a los pobres, a los sabios.
Tú madre, tan soberbia,
tan creadora de verdades,
tan infiel
para encontrar el mal.
Ningún mundo de abajo conociste
y sin embargo
sabias que algo iba a faltar
en el camino.
Haremos juntas madre
todos los jardines
que alivien nuestros ojos,
que serenen la furia de la muerte.
No entrará cuando quiera
sin avisarnos antes de la cita
La esperaremos madre
siempre estaremos juntas.

Lucía Serrano

16 de octubre de 2010

8 de octubre de 2010