28 de febrero de 2012

¿DONDE ESTARÁ EL AMOR?

El amor. El Amor.
¿Dónde estará el amor?

Cuántas veces dibujé
la esquina
donde nunca llegaste
y te busqué
por los salones
y fui ladrón
para buscarte entre las sombras
y hubiera sido capaz de matar
si alguien me hubiese dicho
que en ese gesto te encontraba.
Fui solo y fui muchos.

Todos los cuerpos
fueron investigados
palmo a palmo.

Todas las máscaras
fueron arrasadas
para buscarte
en el centro de la verdad
y tampoco estabas.

Te busqué entre los pobres
entre las espesas capas del dolor
entre entrañas y sucios alcoholes
en el propio asco de la vida.

Después no te busqué más
encontré otras palabras.

Miguel Oscar Menassa
De "La poesía y yo", 2000

20 de febrero de 2012

EL VIRGEN, EL VIVAZ, EL HERMOSO PRESENTE



(cuadro de Miguel O. Menassa)

El virgen, el vivaz, el hermoso presente
con sus ebrios zarpazos pretende destrozarnos
duro lago olvidado que la escarcha somete
transparente glaciar de vuelos que no huyeron.

Algún cisne de antaño ignora que es el mismo
quien, magnífico y vano, ya logra liberarse
cuando en torno al hastío resplandece el invierno.

Se agitará su cuello en la blanca agonía
transmitida en el aire al ave que la niega
más no el horror del sueño en que el plumaje yace.

Es un fantasma a quien su resplandor gobierna
y el desprecio, frío sueño, lo inmoviliza al punto
y hasta su exilio inútil llega para cubrirlo.

STÉPHANE MALLARMÉ
Francia-1842
De "Cien años de Mallarmé"

16 de febrero de 2012

JUAN GELMAN




hoy llueve mucho, mucho,
y pareciera que están lavando el mundo
mi vecino de al lado mira la lluvia
y piensa escribir una carta de amor/
una carta a la mujer que vive con él
y le cocina y le lava la ropa y hace el amor con él
y se parece a su sombra/
mi vecino nunca le dice palabras de amor a la
mujer/
entra a la casa por la ventana y no por la puerta/
por una puerta se entra a muchos sitios/
al trabajo, al cuartel, a la cárcel,
a todos los edificios del mundo/ pero no al mundo/
ni a una mujer/ni al alma/
es decir/a ese cajón o nave o lluvia que llamamos así/
como hoy/que llueve mucho/
y me cuesta escribir la palabra amor/
porque el amor es una cosa y la palabra amor es otra cosa/
y sólo el alma sabe dónde las dos se encuentran/
y cuándo/y cómo/
pero el alma qué puede explicar/
por eso mi vecino tiene tormentas en la boca/
palabras que naufragan/
palabras que no saben que hay sol porque nacen y
mueren la misma noche en que amó/
y dejan cartas en el pensamiento que él nunca
escribirá/
como el silencio que hay entre dos rosas/
o como yo/que escribo palabras para volver
a mi vecino que mira la lluvia/
a la lluvia/
a mi corazón desterrado/

Yalal al - Din RUMI

El Amor me quitó el sueño y el Amor quita el sueño, pues el Amor no obtiene el alma y la mente por apenas medio grano de cebada.
El Amor es un león negro, sediento y bebedor de sangre, sólo pasta en la sangre de los amantes.
Se pega a ti con cariño, y te lleva hacia la trampa, cuando has caído dentro, entonces mira desde lejos.
El Amor es un príncipe tirano, un oficial de policía sin escrúpulos, tortura y estrangula al inocente.
Quien cae en las manos del Amor llora como una nube; quien mora lejos del Amor se hiela como la nieve.
A cada instante el Amor hace añicos un millar de tazones, a cada momento cose y rasga un millar de prendas.
El Amor hace llorar a mis ojos, y sigue riendo; el Amor mata miserablemente a un millar de almas, y las cuenta como una.
Aunque el simurg vuele felizmente en el Monte Qaf, cuando ve la trampa del Amor cae, y no vuelve a volar.
Ningún hombre escapa de las cuerdas del Amor por medio de mentiras o locura, ningún hombre razonable escapa de su trampa por medio de la inteligencia.
Mis palabras están desordenadas a causa del Amor, de otra manera te habría mostrado los caminos por los que el Amor viaja;
Te habría mostrado cómo el Amor atrapa al león, te habría
mostrado cómo el Amor caza a la presa.

13 de febrero de 2012

TODOS LOS SUBURBIOS

Interrupciones orgullosas por cualquier ineficacia, brotaban en los espacios sucios de todos los suburbios donde yo habitaba.
No había allí el jardín de las rosas que deseaba, ni escaleras para hacer bajar a la tristeza, hasta transformarla.
Siempre era posible un crimen en los suburbios, su niebla, su poca luz, su gente ausente, intentando ver si los mata el odio de los desesperados.
Todos ellos necesitan sangre para alimentarse.
No había lamentos por la zona oscura y sucia donde cualquier humano estaba de paso.
De tanto no pertenecer, pensamos que estábamos muertos, pero en los suburbios casi no se notaba.
Pandillas de ladrones, asesinos, sexo desenfrenado con las mujeres que nunca descansan.
Fluyen los sentimientos más extraños, pero de eso no se habla y al final de tanto callar, adquirimos prejuicios y humillaciones que destruyen lo poco de alma que nos quedaba.
Lo que fue una aventura se hace destino, imposible de proyectarse hacia adelante y todo queda detenido.
No sabemos quién diseñó los suburbios.
Lo siniestro inventa rebeldes traicionados y al final nadie conquista laberintos donde las aventuras se multiplicaban.
Historias mitológicas hacen que sus hombres hablen de lo perdido, fracasando en todos los intentos de vivir y la jeringa acaba con su último suspiro.
Siempre fui testigo de los amigos que no podían gozar.
Al final todo se transformaba en una pesadilla convencional.
Incómodas historias, donde ya casi no había delito y los suburbios fracasaban en el intento de destruir a los visitantes.
El veneno con el que se alimentan les inventa casualidades y los fantasmas lo van rodeando hasta asfixiarlo.
Morir en los suburbios, es como seguir vivo.
Nadie cuenta cómo fue traicionado.
Un mundo de héroes falsos.

(del libro de Lucía Serrano "La Ineptitud de los Vampiros")

6 de febrero de 2012

DESPUES DE LA MUERTE

En el refugio de la noche
la vida se desplaza levemente

Tan soberbio
tan espectacular era el poema entre las sombras,
que no me alcanzará para escribirlo,
ni la mañana, ni la noche,
ni el resto de mi vida.

Navego como navegaron los grandes navegantes,
a ciegas,
con el pulso detenido por la emoción de cada instante,
oliendo tierra firme en todas direcciones
y así,
otra vez el mar y el profundo cielo permanentemente.
Vientos perfumados
y peces enloquecidos por el hambre, festejan,
la inminencia de un nuevo fracaso.

Nadie ha de morir en ese olvido,
surgen, fortalecidas,
por el odio de seguir buscando,
imprecaciones y blasfemias.
Capitán del hastío,
siempre buscando tierra firme,
siempre encontrando abiertos mares y perfumes,
cerrados océanos.

Con la soberbia de un hombre encadenado
y libre,
un día terminaré gritando entre tus brazos:
yo maté a Dios, quiero la recompensa
y, seguramente, alguien me dará 30 dineros
y mi locura seguirá avanzando sobre todo.

Viene del sur, dirán, es un desaforado.
Anguila escurridiza y voraz,
eléctrico perfume entre las piedras,
palabra desmedida, es el poeta.

Vengo para que conmigo muera lo último.
Más allá de la nada comienza mi camino.

Un hombre es a otro hombre, su poeta y el Otro.
Olímpico destino y, a la vez,
embalsamada furia detenida.
Contraste primordial entre mi ser y el mundo.

Un hombre es a otro hombre, su mirada y el cielo.
Paloma mensajera y, a la vez,
nostálgico asesino entre las sombras.
Entrecortado canto poblado de silencios.

Un hombre es a otro hombre, la muerte y su milagro.

Intento arrancar la venda de mis ojos,
doy duros golpes en el propio centro del timón,
para desviar el rumbo y no consigo nada.
Fumo cigarros y bebo alcoholes fuertes.
Dibujo entre los ojos de la mujer que amo,
la posibilidad de un nuevo recorrido,
y frente a esa mirada maravillada por mi terror
rompo el sextante y la pequeña brújula marina,
y en el corazón pleno de la niebla
-en el comienzo de este nuevo final-
arrojo como si fueran desperdicios
mis últimos recuerdos al mar
y beso tus labios.

Tierra firme
y nuestro barco se retuerce entre las olas,
movimientos desesperados a punto de naufragar,
son el movimiento de nuestros cuerpos.
Babas y leches
se confunden con el torrente de aguas marítimas
y algas
y brillantes moluscos como perlas,
sacrificados a un dios.

Mar abierto
y nuestro barco encalla
en los afiebrados latidos de tu corazón,
tambor entre los leves murmullos de la selva.
Indómito
-salvaje anidando en la maleza-,
arranco tu sexo de la tierra, violines de la música,
movimientos como puñales clavándose en el cielo.

Antes de comenzar mi nuevo camino,
trato de señalizar el punto de partida.
Arranco desde donde el hombre se debate,
en los brazos sangrantes de la nada.

Yo soy ese hombre,
mordido por la vida humana a traición,
enajenado en el entontecido ritmo del reloj,
enloquecido por el palpitante ruido de las máquinas,
ensombrecido por la lujuria de los dioses asesinos
-hombres solitarios y, también, hombres habitados-,
y, sin embargo, doy mi primer paso.
Pequeño paso,
no emprendo veloz carrera hacia las tinieblas,
porque soy un hombre atemorizado,
que ya no sabe si su próximo paso
será marca o nivel de otros pasos humanos
o el callejón sin salida de su muerte.

En los pasos siguientes me desorienta
ver mi nombre en el nombre de las calles,
indicando la dirección deseada.
Brutal encuentro conmigo mismo y sigo andando,
porque seguir andando hacia otro descubrimiento cada vez,
después de los primeros pasos se hace costumbre.
Y, sin embargo, uno también se dice: aquí me detendré.
Detrás de mí, sólo montañas,
y sembraré esa tierra,
y atraeré con mi canto el agua de la lluvia
para que todo florezca y se reproduzca
y lo femenino sea ley del amor,
manzana delirante sin pecado,
y en ese paraíso viviré, tranquilamente, un tiempo.
Después algún humano habitante de la nada de Dios
intentará colonizarme y tampoco habrá guerra.

Cuando se sequen las flores,
cuando se pudran definitivamente los frutos,
porque ya no hay amor en su cuidado,
daré otro paso más,
pequeño paso conmovido como aquel primer paso,
y así, seguramente, veré distintos horizontes,
y así, seguramente, un día, moriré caminando
y nada pasará,
porque los violentos perfumes de mi cuerpo,
cuando camino, son mis propias palabras
y así, veo mi nombre volando en ese olor alucinado,
más allá de mi muerte,
caminando.

Miguel Oscar Menassa
El amor existe y la libertad

4 de febrero de 2012

BAJO UNA PEQUEÑA ESTRELLA

Que me disculpe la coincidencia por llamarla necesidad.
Que me disculpe la necesidad, si a pesar de ello me equivoco.
Que no se enoje la felicidad por considerarla mía.
Que me olviden los muertos que apenas si brillan en la memoria.
Que me disculpe el tiempo por el mucho mundo pasado por alto a cada segundo.
Que me disculpe mi viejo amor por considerar al nuevo el primero.
Perdonadme, guerras lejanas, por traer flores a casa.
Perdonadme, heridas abiertas, por pincharme en el dedo.
Que me disculpen los que claman desde el abismo el disco de un minué.
Que me disculpe la gente en las estaciones por el sueño a las cinco de la mañana.
Perdóname, esperanza acosada, por reírme a veces.
Perdonadme, desiertos, por no correr con una cuchara de agua.
Y tú, gavilán, hace años el mismo, en esta misma jaula,
inmóvil mirando fijamente el mismo punto siempre,
absuélveme, aunque fueras un ave disecada.
Que me disculpe el árbol talado por las cuatro patas de la mesa.
Que me disculpen las grandes preguntas por las pequeñas respuestas.
Verdad, no me prestes demasiada atención.
Solemnidad, sé magnánima conmigo.
Soporta, misterio de la existencia, que arranque hilos de tu cola.
No me acuses, alma, de poseerte pocas veces.
Que me perdone todo por no poder estar en todas partes.
Que me perdonen todos por no saber ser cada uno de ellos, cada una de ellas.
Sé que mientras viva nada me justifica porque yo misma me lo impido.
Habla, no me tomes a mal que tome prestadas palabras patéticas y que me esfuerce
después para que parezcan ligeras.

WISLAWA SZYMBORSKA

2 de febrero de 2012


RECUERDO EL REMOLINO

Entre el ojo y la noche,
sobre las cumbres pequeñas,
en los umbrales de altamar,
allí recuerdo el remolino.
Allí donde el lenguaje,
construye amablemente los silencios,
allí donde desvanecen las arenas del desierto,
donde las águilas esperan detrás de las mezquitas,
allí recuerdo el remolino y espero.
Allí donde toda la ola,
lucía iluminada,
y era blanca la espuma,
y feroz el movimiento de las aguas,
allí recuerdo el remolino y pienso,
en las entrañas mojadas de las vírgenes,
en el sudor de la piel azulada,
allí donde las mujeres
lavaban el oro y
cuidaban a los niños,
allí bailaban, un paso hacia delante,
y giros alucinados hacia la izquierda,
y así llegamos al centro del remolino
allí las estaciones conocidas, el tiempo.

LUCIA SERRANO

1 de febrero de 2012

I N T R O D U C C I O N

Noches y días danzando honores desconocidos escribía, no necesitaba recompensas,
la poesía era el vértigo posible, el amor al amor.
Entre las letras el yo de mi fue todo mirada, memoria revelada.
Viajando, la misma pregunta fue teniendo diferentes respuestas.
Años enteros fui secuestrada por las palabras, alquimicé mi vida para encontrar la verdad, ansiaba conocer la memoria que me había creado, el recuerdo originario.
Comencé por recordar y sospeché poseer un anterior, marca o destino, y ese fue todo mi viaje. Escribiendo rocé el amor que no tenía, las palabras se hicieron materia y se deshumanizaron las horas.
Buscando la realidad de mi propio ser, encontré al poeta, su vida era un porvenir esperado. Al terminar el armado del libro, lo desarmé una y mil veces, después estuvo terminado. Durante un tiempo largo me enamoré del poeta, como si fuera otro cuerpo su voz. Aislé mi vida y me atravesaron siglos, aventuras insospechadas, memorias de un inacabable júbilo, luz de una inteligencia moviéndose en la quietud de mis días, sílabas encendidas entre rocas, barca navegando sombras, otras latitudes.
Pausas de una sangre indiferente al muro.
Busqué, lo reconozco, entre las letras, lo desmedido de un corazón libre.
Mi vida, vivió para escribirlas
Lucía Serrano

(del libro de L.S. “Blues para la Corona”)

D E J A R

A Samuel Beckett

Dejar de ser humano.

Ser
una roca por donde
la lluvia resbala,
un barranco de granito
lentamente descolorido.

O una estatua
luciendo una barba de gigante
o moho o verdín
en la plaza de alguna
aldea olvidada.

Un árbol reducido
por los vientos dominantes
a un diagrama de
ramas enmarañadas:
retorcidas, secas, solitarias.

Dejar
de ser humano
y permitir que los pájaros ensucien
tu cráneo, los animales se posen
en la curva de tu brazo.

Volverse
un objeto, honrado
o no, según la ocasión exija;
mientras el tiempo te inclina de a poco
nuevamente a la tierra.

JOHN MONTAGUE
Estados Unidos-1929