La tarde caía majestuosa
cerca del río,
las cigarras cantaban,
el sol brillaba alto.
Los verdes todos para mis ojos
me acercaron al reino
y te esperé quieta,
escribiendo.
No tuve pensamientos.
El ruido de las lanchas
moviendo las aguas
habitaba el alma
de cualquier forastero.
¡Oh dioses isleños,
cuidad mi cuerpo
en los tropiezos!.
Este olor a mojado
me tiene alucinada,
exagerarlo todo
es parte de vivir
esta naturaleza.
Esbelta dama
siempre de gala,
te sobrevivo,
estoy aquí, contigo,
soy tu siervo.
Lucía Serrano