29 de septiembre de 2011

Q U I Z A S

Quizás te amenazan las flores.
Quizás tu enemigo es el viento.
El gusto ansioso de una fruta.
El volcán negro de tu sexo.
Enrique Molina

Quizás nunca te enteres del perfume
De los cuerpos sobre el césped,
Ni del oficio de una bestia inocente,
Ni de las olas que golpean furiosas,
Cuando el amor se detiene.

Quizás no te acostumbres
A los lujos pueriles,
Ni al fuego intenso
Que tienen las fogatas

Quizás ningún relámpago
Iluminó tus pasos
Amenazados siempre.

Era en abril la memoria y el insomnio,
De los días que alejaban la ternura
Y el tiempo se detenía
Como un perro acobardado.

Este espejismo de niebla,
No tiene caricias ni lejanía.

Retomo con la cabeza
El perfecto círculo
De tus movimientos
Y tomo vino
Para mojar mis labios
Que alejan los demonios
De tu entierro.

Ruge la pólvora y con ojos
De fiera enjaulada, imagino
Prender el pasto seco
Que rodea la cabaña
Y partir por las huellas
De todas las pisadas.

Espera el universo
En mi garganta,
quizás
Un hombre y una mujer,
Sobre estas sábanas blancas.

Lucía Serrano

19 de septiembre de 2011

TRISTEZAS QUE TIENE LA OSADIA




La evidencia de seguir viviendo, abre espacios y tiempos
que nos embarcan en una nave frágil.
La cronología deja de funcionar, lo que fue deja de ser.
El amor, vuelve soberano a cerrar las heridas de amor.
Las palabras no son definitivas, y ciegas frente al camino
por venir, un fluir comienza.
Detesto todo progreso que me aleje de los seres amados.
Las malas acciones, evidencian la inutilidad de todas las
razones.
Claridad del ojo reprochando los desencuentros.
Hay lo inconfesable cuando estoy triste.
Silencio quise, oscuridad para el que lo vió todo, sordera
del que aturdido gritó muy fuerte, como un loco, asustando a
los hombres que sólo necesitaban del amor su poder.
Cuando estoy triste, prefiero embarcarme en aquella nave
frágil y yo con ella.
Olvido los rumbos y soporto esa deriva hasta la próxima vez.
Jóvenes pensadores del futuro con alocadas pasiones, in-
sisten en vernos juntos sin testigos prisioneros, que todo lo or-
ganizan por el temor a perder.
La separación es un triunfo de la ambivalencia.
Recuerdo que amarte fue mi mayor delirio. Se acercaban
a mi escucha, signos que nadie conocía, para contarme el
plan que nos unía pero tuve que callar.
Sabía que el Día del Juicio, el Soberano Bien tendrá la
palabra final.
Deseando mostrarles a todos la luz de tanta maestría, des-
perté en lo que nos rodeaban, sentimientos bárbaros, deseos
de muerte y salvajes caballos alados alejaron mis pasos.
Para estar juntos, tuvimos que separarnos
Tristezas que tiene la osadía.

LUCIA SERRANO

(del libro “Blues para la Corona” - Bs.As.-Argentina – 1995)

2 de septiembre de 2011

EL POETA MURIO AL AMANECER - RAUL GONZALES TUÑON



Sin un céntimo, solo, tal como vino al mundo,

murió al fin en la plaza frente a la inquieta feria.

Velaron el cadáver del dulce vagabundo

dos musas: la esperanza y la miseria.

Fue un poeta completo de su vida y su obra,

escribió versos casi celestes, casi mágicos,

de invención verdadera

y como hombre de su tiempo que era

también ardientes cantos y poemas civiles

de esquinas y banderas.



Algunos, los más viejos, lo negaron de entrada.

Algunos, los más jóvenes, lo negaron después.

Hoy irán a su entierro cuatro buenos amigos,

los parroquianos del Café,

los artistas del circo ambulante,

unos cuantos obreros,

un antiguo editor,

una hermosa mujer

y mañana, mañana,

florecerá la tierra que caiga sobre él.



Deja muy pocas cosas, libros, un Heine, un Whitman,

un Quevedo, un Darío, un Rimbaud, un Baudelaire,

un Schiller, un Bertrand, un Becquer, un Machado,

versos de un ser querido que se fue antes que él,

muchas cuentas impagas, un mapa, una veleta

y una antigua fragata dentro de una botella.

Los que le vieron dicen que murió como un niño.

Para él fue la muerte como el último asombro:

tenía una estrella muerta sobre el pecho vencido,

y un pájaro en el hombro.