AMABA LA CARCEL DONDE HABITABAS
Te amé, lo reconozco, con toda la furia y la locura de los
iniciados.
Mi cuerpo de mujer abierto a los deseos claros, se alteró
por tus celos de tenues sonidos imaginarios, y una feroz humi-
llación atacó la ternura, hasta hacerte un extraño en mi vida.
Para olvidarte, no encontré las fórmulas precisas.
Mi piel encadenada a inolvidables momentos, amaba la
cárcel donde habitabas con legajo de cadena perpétua.
Sin querer retroceder, acepté el sobreentendido tentador,
posibilidad constante de un encuentro en libertad.
La memoria que convocaba mi insistencia, poseía un desa-
fío desmedido: “no amar la traición” y asistida por mágicas
razones, quise ser más que una mujer.
Noches encantadas del universo quimérico que pasé a tu
lado, me hicieron un jugador y seguí apostando.
Imposibilitada de cambiar de rumbo, una voluntad sagra-
da, me obliga a comprender el tiempo que nos une.
Todo fue imposible, no alcanzó ninguna palabra, ningún
gesto, ningún acuerdo, ni siquiera ningún adiós.
Hoy, deseo que nadie comprometa mi tristeza.
LUCIA SERRANO
(del libro “Blues para la Corona”-Bs.As.Argentina-1995)
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